Vabali, Spa místico y relajante en Berlín

Foto cortesía Vabali



Vabali: Un refugio místico en la nieve de Berlín

El 21 de febrero de 2025, crucé el umbral del Vabali Spa Berlin como quien entra en un sueño olvidado, un santuario balinés escondido a menos de 500 metros de la bulliciosa estación central de la ciudad. Afuera, Berlín se vestía de un manto blanco, una nevada inesperada que transformaba el paisaje urbano en un lienzo silencioso. Adentro, el aroma del frangipani y la madera tallada me envolvieron, transportándome a una isla lejana donde el tiempo parecía detenerse. Fue una jornada de quietud y maravilla, un peregrinaje hacia la calma que aún resuena en mi alma.



El jardín nevado: Un instante de magia pura

Nada me había preparado para la visión que me aguardaba al salir al jardín. El aire helado acariciaba mi piel mientras, envuelto en un albornoz blanco, dejaba atrás el calor de las saunas para adentrarme en un mundo de nieve. Cada paso crujía bajo mis pies descalzos, una danza lenta y deliberada entre las casetas del parque donde uno podía ir a descansar y admirar el jardín. Los árboles antiguos, guardianes del recinto, alzaban sus ramas cargadas de blanco hacia un cielo gris perla, mientras las piscinas al aire libre humeaban en silencio, sus aguas cálidas desafiando el frío con una promesa de refugio.

Foto cortesía Vabali

Caminar en albornoz entre la nieve fue una sensación única, casi sobrenatural. El contraste entre el frescor gélido y el calor que aún guardaba mi cuerpo de las saunas me hizo sentir como un viajero entre mundos, suspendido entre lo terrenal y lo etéreo. El vapor se alzaba desde la piscina climatizada como un susurro místico, y por un momento, creí ver figuras danzando en la bruma, espíritus balineses que habitaban este rincón secreto de Berlín. La nieve, tan rara y preciosa en esta ciudad, convirtió el jardín en un templo al aire libre, un lugar donde el alma podía respirar profundamente y rendirse a la serenidad.

Un universo de calma: Saunas, piscinas y santuarios

El Vabali es un cosmos de relajación, un complejo que despliega 10 saunas, 3 baños de vapor y 4 piscinas, cada una con su propia personalidad, tejidas en un diseño que evoca una villa balinesa sobre pilotes, conectada por pasarelas de madera. Desde la sauna panorámica, con sus vistas al jardín nevado, hasta la sauna de meditación, donde el silencio se volvía tangible, cada espacio estaba meticulosamente organizado para invitar al descanso. Las infusiones, que se ofrecían cada media hora, llenaban el aire con fragancias de sal, miel, frutas y hierbas, un ritual que purificaba el cuerpo y apaciguaba la mente.

Foto cortesía Vabali

En el interior, la piscina del atrio, rodeada por una galería que recordaba un templo indonesio, brillaba bajo la luz tenue de lámparas talladas a mano, importadas directamente de Bali. Nadar en sus aguas era como sumergirse en un lago sagrado, un acto de purificación que dejaba atrás el peso del mundo exterior. Afuera, las piscinas calientes me acogieron con su abrazo tibio, el vapor elevándose en espirales, creando un espectáculo de belleza hipnótica.

El spa ofrecía también un abanico de masajes y tratamientos de belleza, pero lo que más me cautivó fue el “viaje sonoro”. En una de las sesiones, los sonidos de una orquesta gamelán balinesa, grabados exclusivamente para Vabali, resonaron en la sauna mientras un guía nos conducía a través de una meditación. Las vibraciones de los gongs y las campanas parecían danzar en el aire, un canto ancestral que me llevó a un estado de trance profundo, como si mi espíritu flotara sobre las selvas de Indonesia.

Salas de reposo: Un edén de serenidad

El Vabali no solo seduce por sus saunas y piscinas; sus espacios de descanso son un capítulo aparte en esta odisea de paz. Repartidas por el recinto, encontré más de una docena de salas y rincones diseñados para el reposo: dos salones con chimeneas crepitantes, camas de agua que mecían el cuerpo como un océano gentil, tumbonas acolchadas bajo lámparas de luz suave, y pequeños refugios escondidos donde la soledad se volvía un lujo. Todo estaba impecable, desde los suelos de madera pulida hasta las toallas blancas dobladas con precisión, un orden que reflejaba una devoción casi sagrada por la tranquilidad.

Foto cortesía Vabali

En una de las salas con camas de agua, me recosté bajo una lámpara que proyectaba sombras doradas en el techo, y el leve balanceo me llevó a un estado de semi-sueño. El murmullo lejano de las conversaciones se desvanecía, reemplazado por el crepitar del fuego en la chimenea cercana. Era como si el tiempo se disolviera, dejando solo la sensación de flotar en un vacío acogedor, un espacio donde las preocupaciones no tenían cabida.

Sabores de Asia y el Mediterráneo

El restaurante, con su fusión asiático-mediterránea, fue otro deleite en esta experiencia. Entre sesiones de sauna, me detuve a saborear un wok de vegetales frescos y especias sutiles, acompañado de una infusión de hierbas que calentaba las manos y el espíritu. Pequeños bares repartidos por el complejo ofrecían bebidas saludables y dulces tentaciones —un café aromático y un trozo de tarta que parecían pequeños regalos para el alma—. Cada bocado era una pausa consciente, un momento para saborear la calma que el Vabali tejía a mi alrededor.

La salida: Un renacimiento silencioso

Cuando llegó la hora de partir, cerca de las 19h —el spa abre sus puertas de 9 de la mañana a 12 de la noche—, me envolví una vez más en el albornoz y crucé el jardín nevado por última vez. Mis pasos dejaron huellas efímeras en el blanco, y el frío me rozó la piel con una caricia final antes de regresar al calor residual de mi cuerpo, impregnado de horas de saunas y piscinas.

Foto cortesía Vabali

Al salir al mundo exterior, Berlín me recibió con su habitual murmullo, pero yo ya no era el mismo. Una serenidad profunda se había instalado en mí, como si hubiera dejado atrás un peso invisible en las aguas del Vabali. Mi cuerpo estaba ligero, mi mente clara, y mi espíritu renovado, envuelto en una calma que parecía traída desde los confines místicos de Bali. La nieve, las saunas, las camas de agua, los sonidos de los gongs —todo se fundía en un recuerdo que aún me abraza, una sensación de haber tocado lo sagrado en medio de lo cotidiano.

Un oasis en el corazón de la ciudad

El Vabali Spa Berlin es más que un spa; es un portal a otro mundo. Con sus 10 saunas —desde la bio sauna hasta la de infusiones—, 3 baños de vapor, 4 piscinas, masajes, y un restaurante que nutre tanto el cuerpo como el alma, ofrece un refugio donde el estrés se disuelve y el espíritu se eleva. El 21 de febrero de 2025, la nieve en el jardín añadió un toque de magia a esta experiencia, convirtiendo un día de bienestar en una travesía poética y misteriosa. Si alguna vez necesitas escapar del caos, Vabali 

Programa y precios










Para más información de Vabali o de actividades cercanas se puede visitar Visit Berlín


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