CATEDRAL DE SAL. BOGOTÁ


La catedral de sal en Zipaquirá sorprenderá, no ya porque solo se pueda ver algo parecido en otros dos sitios en el mundo (ambos en Polonia) sino porque es la única catedral enterrada bajo suelo y en sal.



Sin duda la primera atracción en Colombia, y de las más importantes del mundo. Lamentablemente el pobre marketing internacional hace que está atracción no sea muy conocida fuera del territorio andino. 
Los turistas que vienen sin preparación a visitar Colombia, escuchan de esta maravilla una vez que están en Bogotá.

Se encuentra aquí. El camino son entre 50/80 minutos en bus (7000 cop:1,5€) en bus desde el norte de Bogotá hasta el pueblo y después andar 20 bonitos minutos a través del patrimonio colonial, visitando otra catedral de piedra y ladrillo que pocas veces se ha visto, en la plaza de los Comuneros.

La historia de la catedral del sal se puede entender observando una pizca de sal sobre la mesa, intuimos un mundo donde sobresalen la historia milenaria, sobre la cultura de los indígenas muiscas que habitaron en lo que hoy es el departamento de Cundinamarca. 
El testimonio de fe de humildes mineros que con su esfuerzo levantaron una catedral de sal en Zipaquirá y, además, una mina de sal en Nemocó. 
Este mundo de la sal ha asombrado a millones de visitantes del país y del extranjero; en dos municipios que conservan los antiguos nombres que les dieron los pueblos indígenas, que convirtieron la sal en el centro de su vida económica, social y religiosa.
Este mundo tuvo su origen hace 145 millones de años, en un lago salado, el mar de Tetis, que cubría el vasto territorio de lo que hoy son los departamentos de Santander, Boyacá, Cundinamarca, Huila, Tolima y el piedemonte llanero. Fue cristalizándose hasta formar cuatro grandes domos salinos, con forma de huevos de monumentales proporciones, ocultándose en las profundidades de la tierra y cubriéndose con la capa vegetal… 

La abundante riqueza salina hizo que el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada, quien tenía como objetivo principal llegar a Perú, cambiara sus planes y fundara la ciudad capital de Colombia. 
Al igual que en Perú o Bolivia los mineros tienen en Tío, aquí está la Virgen del Rosario de Guasá (que significa sal), la madre de Dios a la que encomiendan su vida los mineros en Zipaquirá antes de realizar su trabajo en las profundidades de la tierra, una milagrosa mujer que sale cada mes de octubre en hombros de los mineros, en festividades, para recorrer las calles zipaquireñas en procesión, siendo llevada hacia la Catedral Diocesana de Zipaquirá, en un festival en el que banderas y festones blancos y azules ‘desfilan’ por el municipio.

La antigua catedral de sal estuvo abierta desde 1951 hasta 1991. Luego, se construyó la nueva con el diseño del arquitecto Roswell Garavito y el trabajo de 127 mineros. Se conoce la ‘grieta’ de la vida: un elemento conceptual que realza el cisma de la religión, la separación entre los elementos duales de la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, el Dios creador y el hombre. 

 En la mina hay 14 estaciones del vía crucis de Jesús hacia la crucifixión. Cada una está en una pequeña capilla independiente e iluminada, que revela un significado especial para los creyentes. La primera muestra la palabra INRI tallada en la roca. Sobre la superficie de cada letra se ven trazos que lo fragmentan, y que representan los azotes que recibió Cristo antes de su muerte. 
Así como las grandes basílicas esta también ‘se eleva hacia las alturas’, conectando el cielo con la tierra, por medio de una cúpula iluminada con una luz tenue de color azul.
Más allá llegamos a la sacristía y después al coro, ubicado en un balcón y custodiado por la escultura de un ángel en posición de tocar una trompeta, tallada en roca arenisca, por el italiano Ludovico Consorti para la antigua catedral. 
Una cruz alumbra fuertemente la nave central, o la cámara de la vida, de casi 20 metros de alto, 80 de largo y 17 de ancho; 
En la nave central hay un pesebre esculpido por Consorti en roca arenisca, mostrando la creación, el inicio de la grieta de la vida, y después el baptisterio: una pila bautismal elaborada completamente en sal por el maestro José Vicente Pinto, la cual fue traída de la primera catedral. 
Detrás de la pila bautismal existe una ‘cascada salada’, adherida a la superficie de la roca. Es una representación del río Jordán, donde fue bautizado Jesús. Allí el agua filtrada a través de la roca se había evaporado con el pasar de los años, dando vida a formaciones de sal, causando la impresión de que fuesen gigantes copos de algodón que emergían y caían al suelo.

Al salir de la cámara del nacimiento se llega a la de la muerte y de la resurrección. En el suelo está ubicada una construcción en mármol, formada por dos lajas, una descorrida de la otra, que revelaba la resurrección, la apertura del sepulcro. Después hay una obra esculpida en piedra por el maestro zipaquireño Miguel Sopó, bautizada ‘Descendimiento’, de 6 toneladas de peso y 2,25 metros de altura. 
En el altar principal se encuentra la gran cruz de 16 metros de altura, Virgen del Carmen, devoción de los mineros de Nemocón. Iluminada por una luz azul con otra palpitante roja en el centro de ella.
En el centro de la nave se observa el medallón de la creación, trabajado completamente en mármol de Carlos Rodríguez y Hugo García; inspirado en la obra que está en la Capilla Sixtina, en Roma, que representa al hombre como la máxima expresión de la creación de Dios.
 

A su alrededor cuatro columnas monolíticas, los pilares representativos de la Iglesia católica, los cuatro evangelistas: adelante Juan y Lucas, atrás Marcos y Mateo. Otras imágenes en esta capilla son el Divino Niño, el Señor de los Milagros de Buga, la Virgen de Lima, la Virgen de Argentina, Nuestra Señora Aparecida de Brasil...
También este la capilla de la Virgen del Rosario de Guasá. En el altar reposa su imagen, y detrás de ella pequeñas perforaciones rinden un homenaje a esos 127 mineros que trabajaron en la construcción de la nueva catedral de sal. 

De mina a catedral
Todo esto se disfruta en la actualidad ya que desde tiempo inmemorial los mineros de Zipaquirá venían haciendo pequeños nichos en las paredes de los socavones y colocando en ellos imágenes, en primer término de la Santísima Virgen, con culto y devoción cada vez más fervorosos.
 Uno de los mineros fabricó, de barro cocido, una imagen de Nuestra Señora del Rosario que adquirió, con el correr de los años, el nombre de La Virgen de Guasá, quizás porque su nicho se labró en la roca de la galería principal del piso alto de la mina de sal, que es el más antiguo, y ha tenido ese nombre también inmemorialmente. 
No obstante, sobre esta galería hay otro socavón abandonado, que no tiene importancia en la explotación de la mina, pero que debería de explorarse para la conservación y seguridad del techo de la iglesia y, quizás, con un fin complementario de esta. La fiesta patronal de los mineros de Zipaquirá, la de Nuestra Señora es el día 7 de octubre. La pobreza del nicho primitivo avivaba el deseo de construír un altar o capilla de mayor dignidad para colocar la imagen de la Virgen. Esta idea fue tomando vigor. Cuando se celebró el Congreso Eucarístico Nacional de Cali y el Cardenal Mícara fue a Bogotá, el entonces presidente Ospina Pérez le invitó a visitar y conocer la Salina de Zipaquirá. 
Entonces hubo la oportunidad de informar al Cardenal del proyecto que se acariciaba, de construír una capilla en la mina para honrar a la Virgen y se le mostró el sitio previsto, donde está el altar mayor o de la Santa Cruz. El presidente Ospina Pérez tomó interés en el proyecto, dándole su apoyo y el cardenal recibió la idea con piadoso entusiasmo. 
Luego la mina se convertirá en templo, al estilo de las viejas iglesias. El atrio, seguido del Nartex. Una reja que permite entrever parcialmente, el conjunto del Santuario. Al fondo, la roca del calvario y la Gran Cruz. Del lado derecho entrando, la nave de la Virgen. Un altar labrado en el fondo de la galería, bien pulido y sobriamente bello. Allí el esbelto nicho que enmarca y recoge la imagen de la Santísima Virgen. Es la misma terracota del artista-minero, innominado quizás por inescrutable designio para que todos a una tuviesen el derecho de llamarla suya, imagen que Pepe González, ayudado por Inés Acevedo Biester, pulió y perfeccionó con sus propias manos, dándole colores estables, laca y dorado al fuego. 

 Contorneando esta nave de la Virgen aparecen las catorce estaciones del Vía Crucis.
Monseñor Crisanto Luque, Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia. Su Eminencia, cuando viajó a Roma a recibir el capelo, llevó como obsequio al Santo Padre un álbum blanco con fotografías de las dos naves y un plano de planta, tal como hasta entonces estaba concebida y en ejecución la iglesia de Guasá, que, formalmente, se había comenzado a trabajar el 24 de septiembre de 1951, bajo la vigilancia íntima del Nuncio Papal.

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