"Yongoyély" en La Scala Provence en el Festival de Avignon 2025 YANN ECAUVRE

Yongoyély, presentada en la sala Scala 600 de La Scala Provence durante el Festival de Avignon 2025, se propone como una ambiciosa obra de danza contemporánea con tintes circenses, pero no logra llenar las expectativas que genera un escenario de tal envergadura. En la sala más grande de este prestigioso teatro, con capacidad para 600 espectadores, la pieza resulta, en el mejor de los casos, correcta, aunque algo desconcertante para un festival de la talla de Avignon.


La compañía, originaria de Guinea y su diáspora, despliega una puesta en escena cargada de simbolismo, centrada en las oportunidades frustradas en los países africanos. La imagen de una guitarra (o quizá un ukelele) colgando de una cuerda, inalcanzable a la chica que ve su cuerda cortada por una tijeras invisibles, mientras palos anclados al suelo forman puentes y puertas, ilustra con claridad la alegoría: las posibilidades de desarrollo se ven truncadas por la falta de apoyo gubernamental. El mensaje es potente, pero la ejecución se diluye en una narrativa que, por momentos, se siente forzada.
La obra insiste en señalar el machismo, con las mujeres liderando los movimientos grupales y corrigiendo a los hombres ante cualquier indicio de conducta cuestionable. Si bien la crítica al patriarcado es válida, su reiteración roza lo didáctico, el panfleto, como si la audiencia necesitara una guía explícita para interpretar el subtexto.

La ejecución técnica presenta tropiezos significativos. Una bailarina intentó, en tres ocasiones, realizar una voltereta aérea sobre un palo y aterrizar con precisión, sin éxito, lo que deslució la fluidez del espectáculo. Al final, se explicó que dos incorporaciones de última hora al elenco afectaron la preparación. Sin embargo, la decisión de mantener una acrobacia para la que una intérprete no estaba lista resulta difícil de justificar. Más aún, permitir que un bailarín masculino realizara la misma maniobra con éxito, mientras se negaba a la bailarina el mismo protagonismo, genera confusión. ¿Era una declaración sobre la opresión masculina o simplemente una inconsistencia coreográfica? El resultado, lejos de transmitir superación, dejó al público perplejo.
Pese a estos inconvenientes, la energía tribal de Yongoyély logra conectar con la audiencia. Los ritmos y movimientos viscerales, arraigados en la tradición guineana, generan momentos de intensidad que el público recibió con entusiasmo. El director Yann Ecauvre aporta una visión que busca tender puentes entre la danza contemporánea y las raíces culturales de Guinea. Su trayectoria en festivales internacionales refleja un compromiso con el diálogo intercultural, aunque en esta ocasión la propuesta se siente algo desarticulada.
Opinión: 2/5

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